sábado, 2 de junio de 2012
tiny pixels blur it all
Lluvia olor a café, cansancio sabor a culpa, perfección color piel, piel color porcelana, y color rojo y color quemadura... Llueve en Monterrey, yo sólo veo llover, pero no huele a lluvia, huele a café, a conformismo conveniente, a realidad alterna, a desafío de la naturaleza, a tranquilidad planeada, planeada y ejecutada. Y mientras ejecuto mi plan, me pregunto si a mi derecha, manga corta, beige, a rayas, el joven que describe algo a su acompañante, manga corta, verde, castaño claro, lacio, mezclilla, agradable rostro y delgada figura, tiene idea de que ella está a punto de olvidar que existe un mundo aparte de ellos y entregársele. Todo en ella está volcado hacia él, de sus ojos se desprenden olas de energía, las cuales al no encontrar una costa para su erosionante arribo, se convierten en incesantes y retardados paseos de las yemas de sus dedos a lo largo de su cabello; a la izquierda, a la derecha, siempre de arriba a abajo... Falta sólo un puente, el de su atención, pero a él, aquello que pasa por su mente parece interesarle mucho más que la tormenta que se suscita a cinco centímetros de ésta.
Hay mucho más que escribir, mucho más que observar, mucho más que contar, pero es tiempo de leer. Creo que una buena proporción para escribir decentemente, es tal vez leer unas 77 páginas por cada una que se escribe.
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