martes, 23 de febrero de 2010

Sin título 2

Como en toda situación, hubo dudas por momentos.

Nos acercamos a la orilla poco a poco a construir

nuestra propia constelación, nuestra alma, el firmamento.

Las estrellas que más brillan: nuestros pasos al decidir.


En ese tiempo, el tiempo no pasaba,

y sin embargo, seguíamos avanzando,

y cuanto más cerca, con más ansias lo deseaba,

soñaba con el día en que al viento nos fuéramos zarpando.


Las horas avanzaban, los días y las semanas,

el nerviosismo aumentaba y también la satisfacción.

Satisfacción de saber que al sonar de unas campanas,

diría que sí para entregarte mi corazón.


El día llegó, tanto tiempo lo esperamos,

tiempo necesario para saber que eras tú,

tiempo en que las dudas, las dudas disipamos,

tiempo que hoy parece, cada día más azul.


El viaje comenzó por la felicidad,

no la que se busca ni la que se encuentra,

sino la que se hace, se hace al caminar,

la que sólo espera a que nos demos cuenta.


Del libro la tinta en la primera hoja aún no se secaba,

los escritores escribían, más con prisa, más con calma,

el mismo viento que aquel día al zarpar soplaba que soplaba

estremeció todo, cerró el libro y se llevó la mitad de mi alma.


Qué gran apuesta es aquella del compromiso por la alegría.

Qué frágil es, que aún cuando se gana, se siente que se pierde.

Qué difícil el futuro no saber, y hoy, a pesar de la agonía,

quiero hacer todo otra vez, mil y una veces, hasta mi muerte.


Qué contraste con el antes y el después

de esa línea que alegró nuestras vidas,

justo antes me apuraba, y al revés,

al cruzar habría deseado, los segundos fuera días.


Hoy parece que ya todo, que ya todo ha terminado,

hoy parece que ya nada, que ya nada será escrito,

pero levantaré el rostro y habrá más camino trazado,

que seguiré con la fuerza de una nueva luz en el infinito.



No hay palabras, sólo la vida, y la vida después de la vida donde Dios permite los reencuentros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario