viernes, 8 de enero de 2021

De regreso a la liberación

Cuando la brisa llegó a su rostro, tuvo que detenerse un momento e imaginar, imaginar que realmente estaba ahí caminando por la playa, sobre esa arena blanca, suave y tibia. Tuvo que cerrar los ojos, contener la alegría y soltar las lágrimas, y pretender que la humedad de esas lágrimas sobre su rostro le daría la certeza de su existencia. Sintió cómo bajaba la temperatura en sus mejillas, el efecto de las lágrimas con la brisa, el efecto de la intención de existir en ese momento, del deseo de percibir los rayos del sol, el olor a sal, el sonido incesante de las olas rompiendo en su aproximación y arribo a la playa, la frescura del contacto del agua con sus pies, el grito de las gaviotas en su trayecto alejándose de las nubes que se acercaban cada vez más, el deseo de sentir su propio peso sobre la arena... Pero de pronto, la brisa se detuvo, las lágrimas se secaron, las olas dejaron de romper, las gaviotas se detuvieron, la frescura del mar dejó de sentirse en sus pies que ya tampoco percibían la suavidad y ternura de la arena, ni sentían el peso de su cuerpo ahora más liviano que el aire que respiraba. La sal del ambiente era ahora más pesada que toda su existencia... Aquel momento, que duró lo que duran todos los momentos, esa eternidad que transcurre en un tiempo menor al del aleteo de un colibrí, había terminado. Volvió a abrir los ojos, se miró en el espejo, no reconoció lo que vieron sus ojos, y volvió a preguntarse quién era en realidad. Se sintió, una vez más, atrapado en una conciencia extraña; verán, lo extraño no era su cuerpo, no era lo que proyectaba el espejo en su interacción con la luz, sino aquello que no interactúa con la luz, aquello que está "dentro", eso es lo que no reconoció. Durante varios minutos permaneció abstraído en esa circunstancia, tratando de despertar de un sueño que era como todos los sueños, y como todas las vidas, un lugar que tiene un principio que no es el verdadero principio, y que tiene un final del cual nunca se sabe que es el final. Pero no despertó, siguió recibiendo la brisa del mar de pensamientos que se agolpaban contra la playa de su memoria; sobre una arena blanca, suave y tierna como la tenue luz que iluminaba su imaginación. 

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